viernes, 13 de noviembre de 2009

El Neumón de Acero

Me despejo, respiro, y pienso qué desayunar mientras camino parejo. Prendo un cigarrillo. El aire fresco de la mañana pega en el pecho, el sol temprano entibia la espalda, un extraño equilibrio que en días como este no suele darse. He optado entonces por un pan hecho en casa y una mañana de domingo bien disimulada.
A las 10 en punto, el aroma a café, la silla bajo el limonero, la guitarra apoyada sobre las piernas y la cabeza también.
Una hora más tarde, el olor a tabaco, los ojos grises y la garganta gastada de tanto toser.
Quince minutos después, otro cigarrillo.
(Las flores de mi ahogo se convierten ahora en siluetas remachadas de estos tics que concluyen en canciones).
Si el medio día me encuentra entrecortado seguro quedare perdiendo liquidos verdes y rojos para toda la jornada.

Me estiro, me rasco, reintegro mi cuerpo y tiro, cuatro notas al azar de tu llamada. Entonces, un cigarrillo.

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